martes, 6 de diciembre de 2022

Ofelia

La  figura de Ofelia, la niña criada en la corte para ser dama de compañía me despierta otra vez en la bañera. En otras ocasiones la ví ahogada entre los nenúfares de un jardín japonés, en un remanso del río bajo los árboles de rivera ingleses pero en todos los casos la leyenda habla de la muerte por Amor, aunque si sumáramos Romeo y Julieta con Hamlet el resultado sería la muerte y  quizás embrujo que simula la muerte gracias a la antigua botica de la época y la resucitación a una nueva oportunidad de vida. Esa es una tesis pero existen más, la mía habla de la muerte por asfixia de Ofelia -como representante visible de ingente cantidad de mujeres-, una asfixia de secano y no de amor, sino de desamor, en una sociedad más cercana a nuestros últimos 20 años. Antes eso sí, que el implacable postmodernismo contaminara las aguas del posible Amor con un individualismo tan feroz que impide a Ofelia y a Hamlet mirarse el uno al otro, mirar el uno por el otro.
Veo a Ofelia caminando en solitario por un desierto de ciudad moderna aséptica, sin poco más que el mobiliario urbano, mientras miles de personas se cruzan en su vida como sombras fugaces que devoran su ingenuidad, su amor, a modo de vampiros. La muerte gracias al posmodernismo.