lunes, 31 de agosto de 2015

Agua

    Siente cada hueso, cada músculo cuando se mueve con movimientos suaves, cadenciosos, casi sensuales. Se encuentra en su elemento cuando como ahora está rodeada de agua y más si es mar adentro. Coge aire tranquila y con cada respiración corrige la postura, primero el tronco recto boca arriba, luego los brazos en cruz y por fin separa las piernas dibujando con su cuerpo menudo un aspa.
    Cerrar los ojos para que no los hiera el sol, abrirlos cuando alguna nube se interpone e inspirar, expirar… es poder hacer esto lo que más le gusta del verano.
    Fue su padre quien la enseñó a disfrutarlo, tenía un hermano varón pero era a ella a la que le gustaba la mar, la que él eligió para contarle los secretos de marinero viejo, la manera de orientarse por los vientos y las olas, las formas que construyen las estrellas para navegar en las noches despejadas.
    Solían salir juntos siempre que podían sin alejarse mucho de la costa. En verano, mientras su padre pescaba ella saltaba al agua, al enorme pozo oscuro para avanzar con los movimientos que guardaba en su memoria de pez.
    Él murió hace unos años y ella se quedó con su pequeña embarcación. Que era rara le decían, que era sólo de hombres salir a la mar. Como si ese argumento  pudiera hacer que ella tuviera la más mínima duda. Hacía tiempo que no le importaba mucho lo que pensaran los demás.
    Una nube se para encima de su cabeza y juega a buscarle formas mientras el viento flojo la mueve, parece un delfín, no, ahora la cumbre de un monte, no, una flor gigante, un dragón, un pájaro… y la sensación de levedad, de dejarse llevar, de que nada pesa se apodera de ella. A veces siente ganas de dejarse caer hasta el fondo, de bajar ligera mirando de cerca a los habitantes de ese mar profundo del que sólo tiene noticias por los relatos de su padre.
    Siente frío y como si una sombra alargada y tenue pasara deprisa a su lado, oye un fuerte ruido como un portazo y abre los ojos.
    Entonces ve el techo blanco casi grisáceo con pequeñas manchas de moho que semejan nubes cargadas. El agua está helada, le cuesta unos segundos reaccionar. Ve los azulejos de flores pasados de moda del baño y en ese instante se da cuenta de que está en su bañera.

    Es agosto, casi toda la gente que la rodea está de vacaciones, pero ella aún tendrá que esperar, es ahora cuando más gente hay en el pueblo y eso no lo puede desaprovechar. Ahora recuerda, ha llegado muy cansada del trabajo, todo el día de pie en la tienda sonriendo sin parar y ha preparado la bañera  con sales de lavanda, manzanilla y flores de té. Se habrá quedado dormida, piensa. Y poco a poco intenta centrarse en los objetos cotidianos. Una vela casi apagada languidece en una esquina dentro de un vaso de cristal. Algo a flote en el agua quieta atrae su mirada. Es un pequeño barco de papel, está escrito y las palabras chorrean agua azulada con olor a lavanda a manzanilla y a té. Concentra sus pupilas en la cuartilla empapada pero la tinta corrida le impide leer. Parecen versos.
    Lleva unos años viviendo sola en la casa de la que nunca se ha movido. Por un momento siente un ligero temblor. Vuelve a su cabeza la sombra en el momento de la duerme-vela. No acierta a entender lo que está pasando.

Acaso aquel marinero que siempre la mira y apenas le habla sepa que ella hace tiempo que navega a la deriva y ha entrado en su casa de agua. Acaso está flotando en la mar soñando con su bañera. 


-Agua-


Emi González Maestro aparte de tener una mirada inmensa y meticulosa ha resultado  una nadadora excepcional, levanta piedras en sus ratos libres y a menudo hace de druida con los aplastados.¡Qué le vamos a hacer! ¡No todo va a ser perfecto!


Ácido tú


La señorita B. me invitó a pasar el verano en un terreno que se había comprado en Almadén de la Plata y que tenía un caserón que aún andaba construyendo. Recuerdo pasar un día entero pintando las vallas de azul índigo por 70€. Lo nuestro no era nada serio, así que empecé a pensar que se trataba de una venganza por haberla metido en la boca de un lobo bueno que ella creía un cabrón, quiero decir que ella misma se metió en esa boca. Y digo que fue una venganza porque tanto en el interior como en el exterior del caserón había murciélagos, mosquitos y mantis religiosas. Tuve que inspeccionar el lugar en busca de posibles fugas, pero estaba allí atrapado y sin coche. No obstante, hubo dos cosas que me llamaron la atención: las espigas, altas y salvajes en derredor y aquella bañera llena hasta arriba de agua marrón, cúmulo de lluvia caída unas semanas atrás. Para entrar en la bañera, primero tuve que sacar a la serpiente que estaba devorando un enorme sapo. Entonces me arremangué los pantalones y me introduje lentamente. El agua estaba tibia, el contacto era agradable. Había encontrado un centro, un lugar de paz, pero ella quería que entrara en la casa para aliviar su apetito. Tuve que decirle que no y me sorprendió su reacción: no se acercaba a menos de una metro de la bañera. Le tenía pánico al agua. La vi recolectar grandes manojos de espigas que comenzó a lanzarme mientras me gritaba histérica que saliera de allí de inmediato. Atardecía cuando entró en el caserón y encendió una luz. Creo que estuvo un rato leyendo, le gustaba leer a Thoreau en el campo. Mis pies empezaban a arrugarse y empezaba a tener frío. Al rato salió y –con una siniestra sonrisa- me tomó una fotografía. En la noche cerrada, con el canto de mil grillos y bajo un baño de luna miré hacia abajo: el sumidero de la bañera empezó a soltar burbujas calientes del color del albero mojado. Empecé a sentir cómo se me despellejaba la piel y de un respingo salté fuera de la bañera. Me arrastré como pude hasta la carretera comarcal cerca del pueblo. La señorita B. no me siguió. En algún momento de mi patético reptar eché la vista atrás y vi apagarse la luz del caserón. Un coche hizo caso a mis señales casi en medio de la carretera. Me llevaron al Hospital más cercano y me trataron las heridas causadas por el ácido. Salí del Hospital con la misma incomodidad que un gato con botas. Tardé mucho tiempo en volver a darme un baño.

Ácido tú nos llega desde una calesa sevillana, ea, Felipe Bollaín sueña con aforismos de pavo y espigas de miel, amén de trovar en sus ratos
libres. Con vocación de letrado, atropella nubes cuando no miran los de tráfico.


Bañera en la Edad Media


Las bañeras en el medievo



Menos higiénica que su antecesora romana, la sociedad medieval mantuvo contra lo que se cree, una actitud positiva hacia el baño. Frente a la dificultad de contar con instalaciones en las casas particulares, había baños públicos en las ciudades de la alta edad media. Eran simples tinajas de madera con agua caliente en las que cabían dos o tres personas. Muchas de las ilustraciones medievales muestran a la gente tomando baños comunales, y algunas otras muestran junto a las tinas, comida y bebida. La iglesia, como era de esperar, no miraba tanta diversión con buenos ojos.
          Ilustración de un baño público, siglo XIV

-Bañeras en la Edad Media-








Autora del texto  Adriana Tedeschi

El baño - hammam en el mundo islámico



En el mundo islámico, el baño árabe o Hammam ha sido uno de los centros de la vida social. Actividad de carácter ritual, la higiene del cuerpo es considerada un acto de purificación religiosa, si bien es además lugar de reunión, de descanso y de relaciones sociales. Surgen como continuación de los baños romanos, caracterizándose por tener piscinas con agua a diferentes temperaturas.
Representaciones medievales de un Hammam de hombres y uno de mujeres.


Me quede sin bañera.. .



Escucho los sonidos de la vida, no hay palabras para ellos, la insignificante mente que imagina espacios inexistentes me supera, si .. Así es me quede sin voz al crecer.. Sin palabras.. Sin alientos.. Sin bañera... Me quede dormida en el lecho de la creación, imite a los grandes haciéndoles un giro como si Ellos supieran de mi existencia.. Espere sus muertes para robarles la inspiración.. Las palabras.. Los alientos.. Salí hueca, nada pude robar.. Y entonces descubrí a Pina, ella dijo “Lo que me interesa no es tanto (saber) cómo se mueven las personas, sino lo que las emociona”, Pina bausch bailó desde niña sus sentimientos.. Y son los sentimientos los que mueven la danza de la vida.. Mover sentimientos es también veranear en una bañera.. Gozando de la única parte virgen del hombre.. La imaginación .. Si es cierto me quede sin bañera.. Por eso encojo mi alma, sujeto un cigarrillo y me preparo para el nuevo acto... 




Nati Verdes se estrena hoy con este texto y además nos propone su propia imagen.

Me quede sin bañera.. 

domingo, 30 de agosto de 2015

Los peces payaso



No resulta fácil vivir sumergido. Hay muchos elementos que pueden disturbar una situación idílica: la piel se arruga, pueden hasta aparecer parásitos, como sucede a los mamíferos marinos. Van en manadas a los arrecifes de coral para que peces amables les retiren todos los organismos adheridos a su piel. Hasta los tiburones reprimen sus instintos depredadores con los encargados de la limpieza. Por ello tenía que tener bajo control el tiempo que pasaba bajo el agua fría de la bañera. Existía el riesgo de desarrollar algún tipo de dermatitis o tal vez adquirir un molusco entre las costillas. El teléfono vibró de nuevo. Quién cojones sería ahora.
Sacar la mano del agua, secarla un poco con la toalla, alcanzar el cacharro incomunicador. Lo fácil que resultaría sumergirlo y asesinarlo.
- Hola, ¿cómo estás? Seguro que metido en la bañera
- No somos nadie
- Sal, haz algo
- ¿Qué?
- Lo que sea, ¡estás fatal, todo el día solo y metido en una bañera de agua fría!
Cogió la burbujita con la cara de Isa y la arrastró hacia la x central de la pantalla, equivalente al water. Hay seres de arrecife y seres de mar abierto, pensó. El mar abierto es inmenso,  peligroso y sobre todo solitario, pero incluso los grandes seres que recorren miles de millas
marinas en constante migración precisan de vez en cuando los servicios de los alegres seres  vitales de los corales. Esa aglomeración que les pone sonrisa de pez payaso. Biodiversidad. Se sumergió un poco más, justo hasta el límite a partir del cual no podría respirar por la nariz. El
agua suena incluso parada. Se oyen goteos de origen incierto, pausados, separados en el  tiempo. El aire, a su alrededor, estaba caliente a pesar de las persianas y ventanas cerradas.
Los días transcurren como fotocopias de un horror soleado y sólo en la bañera lo podía  soportar, esperando la noche. Volvió a vibrar el móvil. Esta vez era Jeanette.
- Sal de la bañera y ven
- Hace calor
- Estoy aquí en casa con unos amigos. Tengo una marihuana increíble. VenJeanette era una estudiante francesa que había conocido a la fuerza tras constantes intentos de colarse en su estudio de pintura. Es lo malo de estos lugares para artistas: los peces se aglomeran para sonreír; presuponen que quieres sonreír con ellos porque estás allí. Enrealidad, se supone que acudes a los arrecifes para limpiar y ser limpiado y nada más y la creación en este mundo de simulacros es tan sólo un subgrupo de pretensiones más.
- ¿Estás contenta, sonríes?
- Claro que no. Todo es una mierda
- No tienes bañera. Es todo lo que te pasa
- La tengo, pero siempre me ducho
- Puedes vivir de otra manera, en serio
- Y tú también
- Bueno, voy
Era mentira, Jeanette siempre estaba sonriendo, incluso al llorar. Salió de la bañera y se secó. Las gotas de agua iban dejando un rastro por el suelo mezcladas con las gotas de sudor que ya resbalaban por su frente. El sudor es menos denso que el agua, por eso se desliza tan rápido por la piel y se mezcla en los labios dejando tras de sí un sabor salado de boca sedienta.
Procuró no correr demasiado con la bicicleta para no llegar empapado de calor. Este sol de verano es como una radiación mortal, una estación inhabitable que recorres con gafas oscuras  que te convierten en una especie de mosca.
Al llegar a casa de Jeanette sólo quedaba una amiga que se marchó enseguida, tras una breve  charla formal donde fue interrogado sobre su oficio o aficiones. "Vigilo la temperatura de mi  bañera" fue su escueta respuesta, mientras Jeanette lo cogía de la mano y le acariciaba el antebrazo. Jeanette acompañó a su amiga a la puerta y regresó al sofá.
- Eres un pez payaso- le dijo
- ¿Me necesitas?- dijo Jeanette mientras sus dedos jugaban con los rizos del pelo.
- Estoy lleno de parásitos- dijo mientras la cogía por la cintura y la acercaba para besarla.
Jeanette olía a verano aceptado y tras varias horas ambos sabían a sal. Jeanette no permitía llenar su bañera, sólo daba permiso para una ducha- juntos, por supuesto. En los arrecifes todo es rápido, breve, dinámico. Estaban los dos bajo un chorro generoso de agua tibia y ella insistía en recurrir a las palabras.
- ¿Te quedas esta noche?
- Soy una ballena azul y tú un pez payaso
- Eres un mentiroso
- Tengo cosas que hacer
- Te quieres ir a la bañera
- Es el mar
- Nunca vas a la playa
- Esto es la playa
- No te soporto
Pedaleaba de vuelta sintiéndose más limpio, libre de organismos pegados a la piel por la acción liberadora de los labios de Jeanette. El sol se ponía, acababa el ciclo de hoy. Jeannette no opuso resistencia a su marcha, pero él sabía que ahora lo ignoraría durante semanas por el feo de esta noche. Hay un brillo fugaz de tristeza  en los ojos de los peces payaso que enseguida cubren con su maquillaje de clown. ¿Dónde quedaron los tiempos en que vivir era la gran aventura y te creías hasta el azul del cielo?
Se detuvo ante una encrucijada. Girar a la derecha e ir al estudio a trabajar, ser una persona, sumergirse en la sequedad de la tierra, o seguir de frente, donde estaba la bañera, el mar abierto, con sus velas y efectos especiales.
Y qué más da: bajo el agua, con la cabeza completamente sumergida, rememoraba la tarde, los gemidos, el calor, la belleza de Jeanette, su sabor, y el sonido de la ciudad era como los gritos de alarma de cetáceos oceánicos, mientras esperaba al siguiente ciclo de adquisición de parásitos y limpieza voraz.
Porque todo es como una peonza que gira y gira contando siempre la misma historia sobre un azul profundo que se hace negro cuanto más profundamente lo conoces... 





                              Quike Duckieboy desde Sevilla, pasando por su año
                               sabático berlinés, propone este 
                               relato junto a su ilustración. 


Los peces payaso




pedrocrespo, sanagustín MMXV






      Mar y cielo.

Cielo y mar.

      Cuando me desperté, estando en lo más alto el sol, aquella mañana estival, la bañera         ya no estaba en el roquedo.

     Tiré de la cadenita del tapón del desagüe.

     Si están leyendo este mensaje, será la prueba de su verificación.

                  


            pedrocrespo, sanagustín  MMXV

Robespierre en la bañera


Robespierre en la bañera




Fíiiigaro, Fígaro, Fígaro, Fíiiigaro… Laralalára, laralalá… Soy el factotum de la ciudad…
¡Soy el mejor, soy el mejor, voy a ganar! ¿Qué digo? Esto no es un concurso, luego: ¿en qué sirve? ¿a quién vale? Ah, ¡claro! Se trata de ejercitar el talento, sin ánimo de lucro ninguno, sin desembolso previo, sin la incertidumbre de la espera, sin… ¡Nada!
Es un ejercicio lúdico -a solaz- como cazar ratones pero sin premio; para gente con sensibilidad ¡Qué sandez! Yo no soy persona, o sí, no sé… Está claro que soy un “Felis silvestris catus”, coloquialmente: “minino, gatito-gatito o como te pille te vas a enterar”.
Tenemos nuestros derechos, como todo el mundo: nos agrada sobremanera que nos consideren -acaricien- nos cuiden -mimen- y que nos cepillen el pelo a la contra; bueno, no
¡Eso nunca! Lo que de verdad nos vuelve locos es ronronear -atávico- y a la romántica de mi dueña ¡Más!
Ejem... voy a participar, aunque no acabe de verlo con tanta espuma, je je. En fin, a ver si me centro -siempre olvido el bigote- y es fundamental para relamerse a gusto:
Fíiiigaro, Fígaro, Fígaro, Fíiiigaro…





Texto : Rosa Cid
http://rosacid.com
rcid@infoarchivo.com

La bañera


La bañera

Quien tiene el alma limpia desconoce el rencor y el desaliento, comprende que los designios de la vida son azarosos y que una persona sólo puede ser responsable de su dignidad, empeñar su inteligencia o sus fuerzas sin más pretensión que dejar el recuerdo de un buen nombre. Poco importan los planes, las ensoñaciones, la ambición o los trabajos. Hay quien forjó su dicha en el infortunio, y quien sufrió un trágico destino sin hacer nada para merecerlo. Nadie es culpable de nada, nadie debe ser censurado por estar vivo, ni alabado por un éxito o un fracaso que, las más de las veces, sólo dependen de circunstancias ajenas y conjunciones extrañas. Todos tienen derecho al miedo y al respeto.
En el verano del veintidós, muchos se maravillaron por la ocurrencia de sucesos que todavía hoy resultan inexplicables. Un hombre mató a sus vecinos porque el olor resultaba insoportable; los hospitales recibieron enfermos de una fiebre que oscurecía la piel y crecía el vello del rostro como el de un animal salvaje; bandadas de pájaros anidaron en los tejados y los árboles, y en sus chillidos se adivinaban palabras y sortilegios; el agua de los estanques se oscureció con insectos que se multiplican en las ciénagas y los remansos podres; hubo madres que abandonaron a sus hijos por el temor de un virus terrible al que no sabían dar nombre ni solución. Algunos interpretaron estos y otros casos como presagios de una catástrofe inminente, pero nada especial sucedió en los años posteriores que les diera la razón. Algunos se burlaron, y aumentó el número de los que hicieron fortunas fabulosas.
Supimos de un hombre bueno que aquel año conoció desgracias lamentables en su familia y sus allegados. Perdió a muchos por causas no comunes, y los demás le abandonaron sin que pueda sospecharse de pactos secretos o conjuras vergonzosas. Sabemos que anotó con cuidado el nombre de los pocos que le importaban, y que los visitó uno por uno para renovar su amistad y comprobar que estaban en paz; que recogió las habitaciones de su casa, ordenó sus armarios y sus libros, y dispuso con mimo flores naturales en los pasillos y las estanterías; que, al pie de la bañera colmada de agua, colocó con obsesiva simetría una silla en la que colgó sus ropas bien dobladas, y que se sumergió sin violencia en un baño tibio del que ya no salió con vida. Cuando lo encontraron, días después, aún su rostro conservaba la placidez del sueño tranquilo.
Nadie sabe cuál será su reacción en el momento último. También se conoce a un hombre en las situaciones más terribles de la vida. Por eso, entre los condenados y quienes mueren en el frente, se encuentran casos de una inútil valentía o de una flaqueza lastimosa.
Todos tienen derecho al miedo y al respeto.




Baltasar Fernández

Andaluz de Madrid, profesor y aprendiz se  interesa por el sueño y los espejos, la muerte del sujeto, de la historia, del espacio y del tiempo. Es autor de numerosos  versos y ensayos,  Y hoy ha caído en nuestra bañera.


 Grecia y sus bañeras

Cuentan los historiadores que los occidentales comenzamos a bañarnos en tiempos de la Grecia clásica, como resultado de la unión de pautas de salud y purificaciones religiosas. La diosa a la que pertenecían estos atributos era Hygea, hija de Esculapio, dios de la medicina.
Hygea, siglo III a.C.
Detalle de una ducha comunitaria con toberas, vasija griega, 600 a.C.





Grecia




La ahogada sonriente

Relato 1 de 1

LA AHOGADA SONRIENTE.
Resumen.
Cómo depositar un proyecto en medio de la superficie plana,

Decrece el apogeo militaricio o militante de un sistema hasta puesto en rifles.
Prefiere, la autora, en  este caso, que si no de arte, más bien casual, otorgar la predilección de la obra a su (siempre en tono metálico) incuestionable elucubración para el tipo que intenta  salir del paso.
Sin intereses fingidos.
Mueren, ahogados, después de beber 5 litros de su propia bañera, varios y pocos ricos en agua, que a sobra de infraestructura(la bañera), y de agua, usan potabilizadoras de plata.
Con la propiedad de ser agradecidos con lo propio y la bicha sinuosa de no despertar  vomitándose encima.
La plata...
Ruje el candelabro, dicen los mayores jugadores del mundo; el comex vence a partes de  oráculo. Todo parece expuesto, hecho para contrachaparse.
La ciencia exacta habla en el lenguaje procurado en un torno.
Creemos un mundo que no abarca posibilidad de hoja de reclamaciones (el nuestro, el de cada  uno, construido a base de historias que sospechosamente soltó un muerto en boca de otro.
Historias que de seguro sabremos aceptar como propias).
Vengo de, si, no utilizar la fonética en cierta medida pausada a tono frenética.
Baso mi obra, esta, la más actual, la del pasaje del 29 en el hombre que ríe;
Y me cercioro constantemente de que sea cierto.
Creo que ese Nadie llegará a vender plata. Tambien pienso que la fe es lo único que importa.ni  chanclas, ni bañera (en todo caso de plata también), ni agua dulce ni mar salado; Hablaremos  de una muerte, de una chica, que sonríe;
Dicen, algunos, que no calculó bien el tiempo.
Otros, hablan por antonomasia.
Lo que está claro, y mirando internet, es que la plata como plata pesa lo que pesa, sin más que
gramos. Pero unos lunáticos en joyería proponen una mezcla, un potente elixir que cura todos los males, una panacea posible y ¿fraudulentamente? placebo. Expresan su seguridad
anunciando a los viandantes (de internet, digo) la oferta de sanación que habría existido entre ferias y estafas. Proponen, en todo caso y sin manos de Apolo, la cura de todos los males. Un  botellín a 5 euros, que debe acabar con una posible enfermedad. Un botellín sacado de alguna  de esas bañeras de plata en el agua. Un agua excluyente y una plata exclusiva.
Y Parece, seguro, según expresaron las noticias más tarde o más temprano, .que la  enfermedad es enfermiza.
Volviendo a la chica, la que se ahogó sin más remedio; que a veces (dicen)  parece que no
recuerda lo importante (dicen)
No está resuelto si hay quién crea que es una crítica social; porque no os conozco.
Sólo digo que si tienes bañera propia y potabilizadoras de plata, no entiendo cómo puedes preferir ahogarte en una charca.
Objetivos, ó  DIficil es la tarea de que un pez se muerda la cola.
Mediante la unión de moléculas con cromosomas intimar a la abundancia.
Aceptar la excesiva necesidad de complaciencia en el mundo como cuestión de adaptación y  supervivencia que prolonga la raza humana, Dignificar a la misma.
Cerciorarme de creer en esto último. Intentarlo. Dignificar la raza humana.
Hablando en plata. Creerlo. Dignificar al agua dulce.
Tener hambre. Celebrar un gran banquete. Alabar la comida.
Que otro la prepare.
Alabarlo.
A lavar también los subtítulos. Con jabón.
Exquisito.
Lavarlo. Dignificarlo.
Llaman a la puerta. Observar al vecino. Y alavarlo. Y..

ANTEPROYECTO DEL PREPROYECTO.

Verano.

Estábame yo, allí, sentada en un coche a doble fila (que no era del todo mío) cuando a mis expensas, o sea, sin proponérmelo, retuvo en mí aquella sensación. La luz tenue del bar que  miraba era tan atractiva como clara (dentro, eso sí de que estaba más bien tenue).
Salí del coche (el que estaba al lado del bar pero cerca de doble fila); y corrí como dandovueltas. Primero en el bar, después fuera. Siempre estaba con un pie dentro. A veces con el  mismo fuera, pero lo peculiar más que el pie era que dentro era un bar y fuera era tenue y  estaba el coche a doble fila.
Después (entrequeyanosabíasientrabaosalía, pero con el pie dentro y la luz tenue fuera), se me  acercó Pepe, muy bueno contando historias;y claro, tal que la luz que ya dentro no parecía  tenue. Luego me dí cuenta de que sí, pero eso es otra anécdota. Lo suyo es que de repente era su sobrina, que había venido del pueblo y a quien había reconocido antes de yo decírselo. Lo supe también antes de que me siguiera. Entonces hablamos y le conté los cuentos de Gulliver; me dijo bruja, pero se quedó cerca. Luego me lo eché en cara. Cuando no supe despedirme de aquella Susy, a la que ahora busco para matarla.
Entre pitos y flautas y dos años más tarde, yo regenté aquel bar, del que ahora estoy a punto de echarme (perdiendo así el finiquito).
Y mientras reubicaba las sillas (que por cierto, pura inconsciente de mí por levantarles la  mano) me dí cuenta de todo, y hablé con mi tío (que ya no era Pepe) pero que también algo  había notado. Entonces, tener un inquilino mental, sería lo más natural del mundo.
Así empezó todo,

UNA HISTORIA APASIONADA Y LLENA DE ENREDOS.

Escena 2.


“Estamos en una exposición, un muchacho tiene flatulencias y va al bater. Allí se encuentra al espíritu de su difunto jefe en la oficina que le dice… 

-Paaaablooo… Paaablooo… a lo que Pablo comenta 
–Se..se.. señor García, có.. cómo usted por aquí?..
 –Paaablo..he venido a ver comoandas..

 - Y así salió el pobre chico, buscando un poco de intimidad para tirarse el pedo.”


UN FINAL ALTERNATIVO.
(una historia prepóstuma de aquella quien se ahogaba).

Texto: Virginia Cañabate.


Imagen: Montse Guardiola Bernabeu